ETA está muerta, acabada y no volverá a actuar jamás. ETA está inoperativa, muy tocada, pero podría tener capacidad de reacción. Y ETA solo está hibernada y podría atentar de nuevo. Son las tres conclusiones muy distintas que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha tenido estos días y al mismo tiempo encima de la mesa en La Moncloa. Y no son tres opiniones cualquiera. Son las tres opciones que le entregaron por escrito al presidente, en sendos informes sobre el estado actual de la banda, los máximos responsables de los principales cuerpos de seguridad del país: el director del Centro Nacional de Inteligencia, Félix Sanz Roldán; el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, y el director general de la Policía Nacional, Ignacio Cosidó. Como las versiones eran tan opuestas y contradictorias, el presidente Rajoy optó, en primer lugar, por intentar poner un poco de orden en esas ideas y les citó a todos, por separado y con el ministro del Interior, Jorge Fernández, como interlocutor, en el palacio de la Moncloa. Todos ellos mantuvieron las tesis de sus distintos servicios de información. No se pusieron de acuerdo. Rajoy tomó nota y no les reveló a ellos a favor de quién se decantaba. Si es que lo hizo.
Tras más de un año de parálisis total desde que ETA ordenó el cese de su actividad armada, en octubre de 2011, periodo en el que el Gobierno tampoco ha movido ninguna ficha, la dirección de la banda emitió uno de sus esporádicos y recurrentes comunicados. Fue el 26 de marzo, en plena Semana Santa, justo cuando Rajoy estaba en París visitando al presidente francés François Hollande. El texto llevaba fecha del día 17 de marzo y aportaba, junto a la habitual queja ante la “actitud negativa y obstaculizadora” del Gobierno español y el francés, un mensaje nuevo más amenazante: “La disolución del espacio de diálogo constituye un paso atrás muy claro y traerá consecuencias negativas, que dificultan y retrasan la resolución del conflicto”. Rajoy compareció esa tarde en el Eliseo para restar trascendencia a esa advertencia y para remachar que el Ejecutivo no estaba dispuesto a plantearse ningún movimiento hasta que ETA anunciase su disolución. Pero los expertos en la lucha antiterrorista sí tomaron buena nota del aviso. Aunque el problema es que cada cuerpo policial lo interpretó de forma diferente y según sus intereses.
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