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domingo, 25 de diciembre de 2011

Paesa & Compañía.

A sus 75 años Francisco Paesa Sánchez vuelve otra vez al ojo del huracán. El vendaval se ha levantado esta vez en el discreto Luxemburgo, el paraíso fiscal en el que se mueve desde hace décadas como pez en el agua .

La fortuna esfumada de Lébedev acabó en el banco de Singapur donde Paesa ocultó el botín de Roldán Un funcionario: "Esta es la última ocasión de cazarle y de que pague. Sabemos que siempre sale indemne.




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A las tres de la tarde la confitería Namur, en el número 2 de la calle Bitbourg, en el corazón de Luxemburgo, está repleta de clientes. En el primer piso Beatriz García Paesa, sobrina del exagente de Interior, almuerza en una esquina con tres amigos. Ha cambiado su antiguo despacho en el número 13 de la Plaza de Las Armas por otro próximo en el Boulevard Royal. Los dos a tiro de piedra de esta coqueta pastelería fundada en 1851 por Nicolás Namur.

Beatriz vive en Luxemburgo refugiada en el anonimato. Su paradero y actividades han sido un enigma durante años. En su apartamento del boulevard de la Petrusse y en su nueva oficina cuelga un discreto cartel donde prescinde de su segundo apellido: Beatriz García. Asesoría jurídica. Pocos españoles residentes en la ciudad saben que es sobrina de Francisco Paesa, el exagente de Interior que intentó comprar el testimonio de las novias de Amedo y Domínguez, los policías que organizaron los GAL, el intermediario que colocó a ETA una partida de armas marcadas, el malabarista financiero que ayudó a Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, a salvar su botín suizo.
A sus 75 años Francisco Paesa Sánchez vuelve otra vez al ojo del huracán. El vendaval se ha levantado esta vez en el discreto Luxemburgo, el paraíso fiscal en el que el vidrioso intermediario financiero se mueve desde hace décadas como pez en el agua. La Corte de Apelación del Gran Ducado ha confirmado la decisión del juez de instrucción Stephane Maas de investigar a Paesa y a su sobrina Beatriz García por la desaparición de 10 millones de dólares, denunciada por el magnate ruso Alexandr Lébedev. Hace varios meses la policía registró el despacho de esta última en la calle Royal, según aseguran fuentes judiciales. El caso se encuentra bajo secreto sumarial.
Beatriz García se levanta de la mesa y camina sola y decidida hasta las escaleras que conducen a la salida del local.
Viste de negro, chaquetón, camisa, pantalones, zapatos con hebilla plateada y grandes gafas de sol. Cuelga un bolso rojo de piel acolchada. El periodista la aborda, se presenta y la convence para que tome asiento y responda a unas preguntas.
-No tengo nada que ver con el asunto Lébedev. No he recibido ninguna denuncia. Me han llegado a asaltar la oficina para robarme documentos. Que busquen a mi tío, que lo encuentren y le pregunten. Estos rusos quieren utilizarme a mí para ir contra él. Han presentado una denuncia en Bahréin y se la han rechazado. ¿Por qué no les pregunta de dónde sacaron el dinero?
-Un juzgado luxemburgués ha ordenado que la investiguen a usted y a su tío por falsificación de documentos en este caso.
-No sé nada de esto. No sé nada de mi tío. Solo he estado en sociedades con él por asuntos familiares.
-¿Y del dinero de Luis Roldán? La policía pidió su localización y la juez imputó a su hermano por ayudar a Paesa a hacer desaparecer el botín de Roldán. El juez suizo Paul Perraudin los definió a ustedes como "testaferros y colaboradores de su tío". Desde entonces, los dos se han esfumado.
-Nunca he recibido una notificación judicial ni policial. Vivo aquí desde hace años. No me oculto. Si no me han localizado, es porque no han querido. Soy abogada fiscalista y solo quiero hacer mi trabajo. Todo esto me perjudica mucho.
Una joven con un móvil se acerca y fotografía el encuentro desde varios planos distintos. Lo hace sin ningún recato: de frente, de lado, desde atrás. Todas frente a los clientes del Namur que toman el té en las mesas próximas.
-¿Se ha dado usted cuenta de que nos están haciendo fotos? Parece que se han invertido los papeles.
-Tengo que tomar mis precauciones.
-¿Conoce a los abogados luxemburgueses Jean Paul y Monique Goerens? Abrieron en un banco de Singapur la cuenta en la que recalaron los 10 millones robados por Roldán que nunca han aparecido.
-Sí, los conozco, pero no tengo nada que ver con eso.
-¿Y la esquela que puso en EL PAÍS su madre, en 1998, anunciando la muerte en Tailandia de Francisco Paesa? Parece que toda su familia colabora con él.
-Nos notificaron que había muerto. Hubo una notificación oficial.
-¿Qué hacían el pasado octubre su tío y su hermano Alfonso en Sierra Leona?
-Otra mentira más. No tengo nada que ver con ellos. No sé nada de mi hermano.
-¡Pero si su hermano figura en varias sociedades cuya sede social está en el despacho de usted en Luxemburgo!
Beatriz se levanta. No quiere continuar la conversación. Es la primera vez que habla con un periodista y asegura que contestará más tarde y por teléfono a las acusaciones de su supuesta implicación en la denuncia del magnate ruso, un caso muy parecido a otra de las aventuras financieras de su tío. En febrero de 1969, con solo 33 años, Paesa consiguió que el entonces presidente Francisco Macías le nombrara presidente del Banco Nacional de Guinea, una idea suya. Se comprometió a conseguir los fondos para crear el banco, pero el dinero nunca llegó. "Yo le salvé la vida. Macías quería colgarle porque se sentía estafado", recordaba Francisco González, uno de los primeros emprendedores españoles en el país africano.
Ahora, la supuesta víctima del embaucador es Alexandr Lébedev, editor de los diarios británicos The Independent y Evening Standard, un hombre que presume de moverse "con la precisión de una bala". Asegura que confió a Paesa 20 millones para fundar un banco en el reino de Bahréin, archipiélago de 33 islas en el Golfo Pérsico, pero la mitad del dinero ha desaparecido en una maraña de cuentas, sociedades y testaferros sin que la entidad financiera abriera sus puertas. Desde entonces, el exespía que trabajó en las alcantarillas de Interior durante la primera etapa de Gobierno socialista se ha vuelto a esfumar.
Beatriz García salió de España en 1994, cuando la juez Ana Ferrer pidió a la policía su localización y la de su hermano Alfonso. Los dos eran titulares de una cuenta suiza en la Banque d'Investissement Privés de Ginebra a la que fueron a parar 2,2 millones de euros del dinero de Roldán. Dos testaferros pagados por Paesa habían escondido el botín del exdirector de la Guardia Civil en el Aresbank en Madrid, en cuya oficina principal trabajaba Beatriz. "Solo tenía 20 años. No tuve nada que ver", dice esta ahora. Alfonso y su tío fueron imputados por cooperación en los delitos de malversación y cohecho imputados a Roldán. Los Paesa, tío y sobrinos, desaparecieron. Solo permaneció en España la madre de Alfonso y Beatriz, funcionaria y entonces jefa de bibliotecarios en el Congreso de Diputados.
Cuatro de los millones supuestamente estafados al magnate ruso se enviaron a una cuenta en el Overseas Union Bank de Singapur, otro paraíso fiscal, a nombre de Kon Kim Kong, para un "proyecto de inversión en China" que nada tenía que ver con el de Bahréin. Este es el mismo banco en el que Paesa hizo desaparecer en 1994 los 10 millones de euros que Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, ocultaba en sus cuentas suizas. El dinero de Lébedev dio frenéticos y rocambolescos saltos por una red de sociedades y recaló hasta en cinco bancos distintos, un calco del denominado "efecto helicóptero" que Paesa empleó para ocultar el botín de Roldán.
En Luxemburgo, casi todo es anónimo y secreto. Cualquiera de los clientes que pasan la tarde en el elegante Namur puede figurar como fiduciario de los miles de fondos de inversión que llevan sello luxemburgués. Sus 500.000 habitantes ostentan el tercer PIB por cabeza del mundo. En sus 2.585 kilómetros cuadrados, el Gran Ducado de Luxemburgo acoge decenas de bancos y centenares de despachos de abogados. Hasta hace solo unos meses, su Gobierno se resistía a facilitar información contra el fraude o la evasión fiscal que le reclaman los países de la UE. "Esta es la última oportunidad de cazar a Paesa y de que pague. Sabemos que siempre sale indemne. Está protegido por los servicios secretos", esgrime un funcionario luxemburgués que pide el anonimato.
Cazar a Paco Paesa no es fácil. Lleva décadas utilizando pasaportes e identidades falsos. En los años setenta se hacía llamar Francisco Paesa Ballester; en los ochenta quebró su pequeño banco ginebrino Alpha Bank, se le prohibió la entrada en Suiza y usó el nombre de María Amalia Sánchez Martín para mantener sus cuentas en el American Express Bank de Ginebra; ante el magnate ruso Lébedev, sus abogados y asesores, se transformó en Francisco Sánchez, "experto financiero", y utilizó un falso pasaporte argentino.
"Desde pequeño le interesaban las finanzas. Todos los que querían evadir dinero a Suiza iban a verle cuando montó el Alpha Bank. Tenía fama de honrado, se quedaba un porcentaje y colocaba lo demás", recuerda Juan G. compañero en la academia madrileña Cebrián y Rodrigáñez, donde Paesa se preparó para ingresar en la escuela de Ingenieros Agrónomos. Dejó la carrera en segundo curso con 22 años. Carlos D. tiene un recuerdo diferente: "Era muy listo y no tenía moral. A los 14 años nos robó los relojes a tres amigos y le echaron de los Maristas. Le gustaba fardar: coches, buenos trajes y chicas. Fue el primero en fumar Chester". Se casó con Françoise Dubois, una joven francesa de buena familia que estaba de intercambio en Madrid, y montó una galería de arte. El matrimonio tuvo una hija, pero duró muy poco.
Lébedev, de 51 años, tiene una fortuna estimada en 2.000 millones de dólares, según la revista Forbes. Pero uno de sus colaboradores afirma que persigue a Paesa "más por justicia y honor que por el dinero estafado". El empresario ruso explica así el supuesto fraude del exagente de Interior: "Conocí a Paesa a través de mi antiguo consejero delegado, Danilitsky. Lo recomendaron nuestros abogados extranjeros. Lo vi en París. Tomamos el té. Aseguró que en el reino de Bahréin se iba a desarrollar un buen centro off shore, interesante y transparente, que él tenía contactos allí. Se presentó como Francisco Sánchez, una persona que vive en París con una gran experiencia bancaria. Me produjo una impresión extraña. Pensé que no era honesto, pero mi equipo directivo decidió trabajar con él. No entiendo cómo pudo engañarnos. Fue un timo de principio a fin. Creo que ni pidió permiso para abrir el banco. Robó el dinero en cuanto llegó a Bahréin".
Cuando descubrieron que los 20 millones entregados por Lébedev para crear el banco habían desaparecido y que Sánchez era en realidad Francisco Paesa, un equipo de abogados y detectives del magnate ruso inició su caza, una carrera que todavía continúa: "No tenía nada a su nombre, ni su casa, ni su coche, ni sus cuentas. Cuando desapareció el dinero, cambió de apartamento y se mudó a otro cerca de los Campos Elíseos. Iba con sus muebles y cuadros de un lado para otro intentando borrar su rastro", asegura una persona que lo trató entonces. "No os preocupéis. El dinero volverá", decía a los enviados del empresario ruso. Luego amenazó con difundir que Lébedev y su gente eran de "la mafia rusa" y que le perseguían. "Está protegido por servicios secretos europeos. Los servicios secretos franceses no le protegen, es él quien protege a Francia", se queja el empresario ruso.
El Zorro, clave que utilizaba en sus cuentas suizas, está en forma. El pasado 6 de octubre, Paesa y su sobrino Alfonso fueron detenidos en el aeropuerto Lungi de Freetown, la capital de Sierra Leona, tras aterrizar sin permiso en una avioneta privada senegalesa y sin asientos, "lo que habría suscitado las sospechas de las autoridades locales de que pudieran estar traficando con drogas", señala el informe remitido al Gobierno español por sus enlaces del Centro Nacional de Inteligencia. Paesa exhibió el pasaporte español XD030882; su sobrino, uno francés con el número 03KD77092. Los dos eran legales y estaban en regla.
El exagente de Interior declaró que representaba a un cliente que quería "recoger un cargamento de botellas de perfume antiguo y máscaras de oro". El informe añade que tío y sobrino dejaron Sierra Leona en un vuelo de Air France que llegó a París el pasado 12 de octubre y que la policía "no tomó medidas" porque Paesa no tiene causas pendientes en España.
Paesa ha roto casi todos los lazos que le unían con España. María José, su fiel secretaria en Madrid, la que se ocupaba de mantener su casa y arreglar papeles, falleció hace meses sin que el exespía acudiera a su funeral, se interesara por la operación a la que la sometieron ni por su recuperación y recaída. "Pronto verá al señor Paesa", prometió ella al periodista durante los dos últimos años, algo que no se ha cumplido, por lo que no ha sido posible recabar su versión.
Paco tampoco asistió al entierro de su madre ni tiene relación con su exmujer ni con su hija, que viven en Francia. Sus sobrinos Alfonso y Beatriz son sus principales colaboradores y herederos. "María José tenía un teléfono y se murió con él. Paesa no me ha llamado hace años", afirma Manuel Cobo del Rosal, catedrático de Derecho Penal que le asistió en sus causas en España.
La promesa de su sobrina Beatriz de responder por teléfono a los detalles de su supuesta relación con la desaparición del dinero entregado por Lébedev a su tío tampoco se ha cumplido. Horas después del encuentro con EL PAÍS en la cafetería Namur, responde así: "Estoy en mi despacho con varios abogados de Luxemburgo y esta conversación está siendo grabada. No tengo nada que decir. No tengo nada que ver con una denuncia que no conozco. Si publica mi nombre, me reservo el derecho de tomar acciones legales contra usted".
Beatriz García se presenta en el Gran Ducado como experta en fiscalidad internacional y ha asistido a reuniones sobre propiedad intelectual. "No se la conoce en los juzgados", coinciden dos abogados luxemburgueses. En Navidad acude a la caseta de España en el bazar internacional donde se recaudan fondos para obras de caridad.
La sobrina de Paesa figura en un rosario de sociedades en España y Luxemburgo. Es consejera desde 2010 en Alcudia Cartera de Inversiones, constituida por la Banca March, donde representa a un "grupo de inversores" que colocó ocho millones de euros y pidió un puesto en el consejo, según un portavoz del citado banco: "Pasó el filtro de la compañía en asuntos judiciales y de blanqueo. Es su representante en su sociedad en Luxemburgo. No sabíamos quién era".
Alcudia Cartera de Inversiones está presidida por Hugo Aramburu, responsable de la banca patrimonial del grupo March. Se creó para la compra de las 1.000 oficinas que el BBVA puso a la venta en España. Tiene 58 millones en activos y un capital desembolsado de 10 millones. ¿A quién representa Beatriz García en esa sociedad? "No podemos decirlo", responde el portavoz.