Es curioso observar cómo cambian los tiempos. Pero, desgraciadamente, prestamos poca atención a estos cambios.
¿A quién se le habría ocurrido antes de las finales de noviembre pasado que la inteligencia militar británica MI-5 podría perder un caso de espionaje, y que el Ministerio de Interior de Gran Bretaña, fracasaría en su intento de deportar a una presunta espía rusa?
¿Quién habría podido imaginar que una ciudadana rusa detenida por sospecha de espionaje a favor de Rusia lucharía por recuperar su buena reputación y recurriría ante los tribunales la decisión del Ministerio del Interior de deportarla? Aun más inverosímil parece el hecho de que un tribunal especial haya investigado el caso y desechado las acusaciones del MI-5, avaladas por el Ministerio del Interior.
Ekaterina (Katia) Zatuliveter ha sentado un precedente que puede ayudar a muchos rusos que han considerado inútiles cualesquiera intentos de luchar contra el MI-5 o el Ministerio del Interior británico. Resulta que todo es posible.
El pasado 29 de noviembre, la Comisión Especial de Inmigración y Apelaciones (SIAC) determinó que no existían pruebas de que Zatuliveter pertenecía parte de los servicios de inteligencia de Rusia, ni había motivos para su deportación.
Recordemos que la ciudadana rusa, Ekaterina Zatuliveter, de 26 años, hizo estudios en Inglaterra y trabajó durante cuatro años como asistente del diputado británico del Partido Liberal-Demócrata ante la Cámara de los Comunes, Mike Hancock.
Hancock es miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE). Zatuliveter acompañaba a su jefe a todas las reuniones, incluidas las de la Cámara de los Comunes y de la PACE.
En septiembre de 2010, Zatuliveter fue detenida en el Reino Unido por sospechas de espionaje. Contra la jóven se dictó una orden de expulsión que Zatuliveter recurrió ante una comisión especial.
El tribunal reconoció que la joven mantenía relaciones íntimas con el diputado, usaba su ordenador y su e-mail oficial y que, “por raro que pudiera parecer, Katia pudo enamorarse del señor Hancock”. “La relación con el señor Hancock fue duradera y auténtica por ambas partes", prosiguió. Pero, según el tribunal, esto no fue motivo para acusarla de espionaje.
Por su parte, Hancock, consideró que todas las acusaciones de espionaje contra su asistente estaban traídas de pelo.
Este asunto salió a la luz pública, pasados varios meses después de que 11 presuntos espías rusos fuesen deportados de EEUU en verano de 2010, incluida la agente 90-60-90 Anna Chapman cuyo nombre mucho tiempo figuró en los medios noticiosos de todo el mundo.
Los servicios de inteligencia de todo el mundo siempre están dispuestos a demostrar que velan por la seguridad nacional y con frecuencia suelen exagerar las dimensiones de la amenaza hipotética.
Los servicios secretos de Inglaterra muestran una sutileza extraordinaria en este ámbito. En 1971, los ingleses realizaron la operación Foot, deportando de una sola vez a 105 diplomáticos rusos, en el 1985, después de la deserción de Oleg Gordievski fueron deportados todos los agentes de la KGB en Londres.
Recordemos también que en 1986 los estadounidenses echaron del país a 80 diplomáticos rusos. En 2001 deportaron a 6 y obligaron a marcharse a unos 45 más.
Pero los tiempos han cambiado. Resulta que ya no es suficiente el mero deseo del MI-5 o el Ministerio del Interior para deportar a una persona. El precedente con Zatuliveter demostró que los anunciados organismos deben motivarlo. Esto evidencia que las relaciones ruso-británicas experimentan serios cambios.
Los clásicos de las novelas de espionaje, como John le Carré, ex funcionario de las MI-5 y MI-6, predicen que el mundo del espionaje será más y más aburrido. Una vez deportados de EEUU los espías rusos, el Guardian publicó una entrevista con John le Carré.
“En mi época los espías tenían una ideología, elegían entre el comunismo y el capitalismo. Por supuesto, hubo también dinero, sexo, chantaje, intrigas entre colegas. Fue como un gran juego de nobleza y barro. Hubo de todo. Pero, al fin y al cabo, espiábamos o por una idea o contra ella.
¿Y ahora qué? Hay que elegir entre Rusia y EEUU, mientras que los dos Estados se van al fondo en las aguas resbaladizas del capitalismo. La única diferencia estriba en la inscripción puesta en el salvavidas”,dijo John le Carré.
Es evidente que el MI-5 afronta hoy tiempos difíciles. En Gran Bretaña residen más de 250.000 rusos y su número continúa creciendo.
En esta situación, resulta imposible descubrir a todos los espías rusos que actúan en Inglaterra.