z4bor
Los Servicios de Inteligencia
en la Transición
Juan Muría de Peñaranda y Algar
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Arbor CLXXX, 709 (Enero 2005), 99-119 pp.
En el desarrollo de nuestra Transición política tuvieron un importante
protagonismo los Servicios de Información españoles. Entre ellos, los mejor
considerados como de «Inteligencia» eran los vinculados, durante aquellos
años, a la Presidencia del Gobierno en la persona de su Presidente: la Tercera
Sección del Alto Estado Mayor (AEM), la Organización Contrasubversiva
Nacional (OCN) y el Servicio Central de Documentación (SECED).
El presente artículo se refiere al periodo comprendido entre los años
1968 en que se monta la Organización «Conde» -germen de la OCN- y
1977 en que terminan su vida oficial la Tercera Sección AEM y el SECED
para constituir conjuntamente el nuevo Centro Superior de Información
de la Defensa (CESID) que dispondría ya de todos los elementos necesarios
para ser homologable con otros servicios extranjeros de Inteligencia,
En esa etapa los referidos Servicios llevaron a cabo una delicada actividad
secreta dentro y fuera de España, en el amplio marco de los diversos
sectores de la Administración, la Política, la Empresa, la Cultura y la
Sociedad en general, tarea que facilitó el tránsito desde el Régimen autoritario
del General Franco a la Monarquía parlamentaria encarnada por
Don Juan Carlos I, tratando de lograr que esa difícil Transición pudiera
desenvolverse en un clima de comprensión política y tranquilidad ciudadana
hasta la celebración de las primeras elecciones generales al Congreso
de los Diputados y al Senado.
Aunque desde un punto de vista meramente político alguien pudiera calificar
ese decenio de «pre-transición», al tratar de los Servicios de Inteligencia
tal fase constituye realmente la verdadera Transición: el mejor sustento al
tránsito político y, al mismo tiempo, el imprescindible proceso para la cristalización
de un instrumento fundamental en beneficio directo del Estado,
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1. Preámbulo
Antes de entrar en el tema en cuestión parece conveniente dar unas
pinceladas sobre lo que entendemos por ambos términos de la proposición
-Servicios de Inteligencia y Transición- elementos discutibles y discutidos.
Nuestro criterio personal, se apoya en la experiencia de muchos
especialistas con largos años de profesionalidad.
1.1. Los Servicios de Inteligencia en España
Es bien conocido que durante décadas varios ministerios contaron,
para cubrir sus propias necesidades, con algún órgano de información.
En Asuntos Exteriores, Información y Turismo, Relaciones Sindicales y
otros ministerios existían oficinas dedicadas a la adquisición y producción
de información, cuya labor de análisis y evaluación no solía superar
la inmediatez de respuesta que les exigían los propios fines departamentales.
Pero en ningún caso podían ser consideradas tales estructuras
como Servicios de Información.
Por su parte, los tres ministerios militares entonces existentes (Ejército,
Marina y Aire) venían dedicando desde mucho tiempo atrás un importante
esfuerzo y medios a atender las necesidades de información militar
que exigía el cumplimiento de las misiones encomendadas a sus
Ejércitos. En cada uno de ellos funcionaba una Segunda Sección (Información)
integrada en su Estado Mayor, que se servía de una red interior
(Segunda-Bis) desplegada por Capitanías y Unidades, y de otra exterior
constituida por las Agregadurías Militares, Navales ó Aéreas en el extranjero.
El conjunto articulado de tales órganos recibía la denominación
habitual de Servicio de Información del respectivo Ejército.
Del mismo modo, el ministerio de la Gobernación —más adelante, Interior-
contaba con dos Servicios para apoyar sus responsabilidades de
seguridad y orden público: el Servicio de Información de la Guardia Civil,
inserto en el Estado Mayor de esa Dirección, y la Jefatura de Información
-después Comisaría General- integrada en la Dirección General
de Seguridad. En aquellos años la Inspección General de la Policía Armada
contaba asimismo con un reducido órgano informativo para su propio
uso. Pues bien, estos Servicios de Información disponían -como los
militares- de importantes medios para cubrir las demandas de sus Departamentos
ministeriales, desarrollando una adecuada labor de obtención,
investigación y evaluación de las noticias y datos recogidos. Pero ni
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unos ni otros —si bien cubrían todo el espacio geográfico nacional— podían
ser reputados como Servicios de Inteligencia, al menos tal como pretendemos
encuadrarlos en el presente artículo.
Sin embargo el Servicio de Información del Alto Estado Mayor -su
Tercera Sección- cumplía misiones de nivel estatal, dentro y fuera de España,
en consonancia con otros servicios extranjeros calificados vulgarmente
como de espionaje. Dicho alto centro proporcionaba a la Jefatura
del Estado y a la Presidencia del Gobierno, información clave de muy diverso
tipo y procedencia, para la toma de sus decisiones, tal como ha desarrollado
el autor del anterior capítulo. Aquella Tercera Sección producía
lo que vino en llamarse en países anglófonos «inteligencia», para
cuya difusión a la Superioridad era exigible la previa evaluación y el contraste
riguroso con otras informaciones y fuentes, manteniendo naturalmente
su actuación en secreto.
En el otoño de 1968 nace en el Alto Estado Mayor, la Organización
«Conde» precedente inmediato de la Organización Contrasubversiva Nacional
(OCN), con el expreso objetivo de afrontar el duro reto del estudio
y la lucha contra incipientes actividades subversivas en el país; y en
marzo de 1972 se crea oficialmente en Presidencia del Gobierno el Servicio
Central de Documentación (SECED) que vendría a dar cobertura pública
y a desarrollar las posibilidades y capacidades de la OCN, apareciendo
ya como un Servicio de Inteligencia, si bien limitado al campo de
la información interior.
Ambos Servicios -Tercera Sección y SECED- serían prácticamente
fusionados en misiones y medios en 1977, dando origen al Centro Superior
de Información de la Defensa (CESID), ya un completo y verdadero
Servicio. De tales componentes tratará este breve estudio: ellos son los
que en la etapa que pretendemos describir merecen el apelativo de «Inteligencia
» por su carácter nacional y dependencia del Presidente del Gobierno.
1.2. La transición política
El marco de estudio del presente artículo tiene su inicio a finales de
1968 con la puesta en marcha de la citada Organización CONDE por indicación
personal del Generalísimo Franco, y cabría acordar que esa etapa
predemocrática concluía con la celebración de las primeras elecciones
generales, el 15 de junio de 1977. Esa década (1968-77) es de atención indispensable
al profundizar en la labor de los Servicios de Inteligencia du-
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rante la Transición, ya que, en buena medida, fue entonces cuando se
hizo viable -con el concurso de variados esfuerzos nacionales- aquel
tránsito político en paz y orden, tanto durante los años que sucedieron al
fallecimiento del Jefe del Estado como en los que le habían precedido.
Si el marco mínimo de la Transición queda limitado por la fecha del
20 de diciembre de 1975 en que producía el «cumplimiento de las previsiones
sucesorias», y el referéndum de la Reforma Política de 12 de diciembre
de 1976, resulta a nuestro juicio indispensable retroceder hasta
la fecha del asesinato del Almirante Carrero (20.12.73) e incluso hasta
aquella en la que SAR Don Juan Carlos de Borbón era designado sucesor
en la Jefatura del Estado, a título de Rey (22.7.69). Llegar atrás hasta octubre
de 1968 es muy útil para el estudio a fondo de la Transición, aunque
aún no había trascendido al ciudadano de a pié la noción de tránsito
político, ni los pasos firmes - a veces inciertos- que conducirían a aquélla.
De ahí que no consideremos oportuno seguir la pauta de la mayor
parte de los libros publicados en los que se fija el comienzo de la Transición
en la Jornada electoral de junio del 77, ni mucho menos en la proclamación
de la Constitución Española, el 6 de diciembre de 1978. Lo que
resultaría aceptable para un estudio de carácter sociológico o político, no
lo es en absoluto al tratar los Servicios de Inteligencia. Todo lo que
vendría después -incluida la creación del CESID- se fraguó, lenta pero
irreversiblemente, a lo largo de aquella década.
Cabría incluir en el presente capítulo dedicado a «los Servicios de Inteligencia
en la Transición» la andadura inicial del CESID, creado el 4 de
julio de 1977 aún en periodo preconstitucional; pero ha parecido más útil
desde un punto de vista de la adecuada articulación del libro, dedicar a
ese Centro Superior un capítulo específico en el que compendiar sus veinticinco
años de vida.
2. La Tercera Sección del Alto Estado Mayor
2.1. El inicio de su decadencia
En el artículo anterior —«El periodo predemocrático de los Servicios de
Inteligencia»- han sido recogido los pormenores del encomiable funcionamiento
de la Tercera Sección del AEM durante las primeras tres décadas de
su existencia, a lo largo de las cuales sufrió varias reorganizaciones en su
estructura y en sus prioridades, prestando la mayor atención a las necesidades
informativas que el Estado le reclamaba en cada circunstancia.
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El Alto Estado Mayor atravesó diversas etapas con reconocido prestigio
en instituciones públicas y privadas por su destacada intervención en cuestiones
de carácter estratégico, ya fuera militar, económico o informativo.
Pero el fin de la autarquía había reducido su influencia política; y, años después,
el cese del TG. Muñoz Grandes en su función de Vicepresidente del
Gobierno (22.7.67) representaría un significativo punto de inflexión en
aquella influencia, al quedar el «Alto» más alejado de las esferas de poder.
Se estaba agotando el ciclo vital de un organismo tanto tiempo considerado
como Cuartel General del Generalísimo. Se trataba de una decisión política
sin retorno que produciría penosos efectos en el funcionamiento del alto ceur
tro militar: recortes en sus tareas de información y crecientes dificultades
para hacerse oír y para acceder a los indispensables recursos humanos y
económicos con los que atender sus cometidos.
Tras el asesinato del Almirante Carrero, los dos Vicepresidentes militares
que le sucedieron (TG,s Santiago y Gutiérrez Mellado) hicieron
patente su preeminencia sobre los Jefes del AEM (TG,s Diez-Alegría y
Fernández Vallespín), que vieron recortadas sus capacidades y filtradas
sus pretensiones.
El Alto Estado Mayor pudo haber luchado para afrontar esa crisis de
prestigio e influencia en los asuntos de Estado; pero el cambio que se avecinaba
era imparable. España estaba buscando el rumbo que le acercase
al resto de los países occidentales. El propio TG Diez-Alegría aportaba un
planteamiento diferente al tradicional del «Alto» en décadas precedentes:
un estilo nuevo de estudio y coordinación más que de control y ejecución
de actividades, algunas de las cuales se salían de lo puramente militar.
Su voz fue desatendida en determinadas esferas gubernamentales, políticas
y castrenses.
Todas esas dificultades se transfirieron íntegras a la Tercera Sección,
que padeció años difíciles. Reunía una magnífica panoplia de profesionales
con muchos años de servicio y especialidad, pero sus aspiraciones se veían
aplazadas -cuando no preteridas— por otras necesidades nacionales prioritarias,
entre ellas la aparición impetuosa de los Servicios que se vincularían
a Presidencia. Años más tarde todo quedaría resuelto con una boda forzada
entre ambas «Inteligencias», de la que todos se felicitarían después.
2.2. La vigencia de sus misiones
La Tercera Sección continuó desarrollando sus amistosas y fructíferas
relaciones con los Servicios occidentales aunque la apertura diplomática
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negociaciones que en décadas anteriores llevaban los Servicios de Inteligencia;
en cualquier caso, facilitó durante la Transición contactos indispensables
con otras naciones e incluso, gestionó asuntos que le solicitaba
el SECED, pues este Servicio que no tenía actividad exterior. La «Tercera
» siguió produciendo beneficios al Estado con sus prestigiadas tareas
de espionaje y contraespionaje, si bien reorientando su tradicional trabajo
en áreas africanas y asuntos del exilio hacia otros temas compartidos
con nuestros amigos y aliados, y dando mayor énfasis y atención a los
países comunistas y a su acción subversiva en el mundo, de modo que
parte de los especialistas y agentes de la Sección volcaron también su esfuerzo
en el seguimiento, en el exterior, de individuos ligados a movimientos
desestabilizadores, tales como grupos marxistas, separatistas,
terroristas, e t c . , aunque sin entrar en cometidos de orden público y represión
que tenía excluidos y que quedaban a cargo de los Cuerpos y órganos
de Seguridad, adscritos al Ministerio de la Gobernación.
Sin embargo, en la denominada IV etapa del Alto Estado Mayor, iniciada
en 1968, la Tercera Sección, por medio de su Negociado de Interior,
se ocupaba del estudio y seguimiento de una subversión aún incipiente o
al menos poco activada y clandestina. De dicho Negociado saldría el
«equipo San Martín» que constituiría la Organización «Conde», y que pasados
dos años daría lugar a la Organización Contrasubversiva Nacional
(OCN) de la que trataremos más adelante, con lo que la Tercera Sección
vio también disminuido su campo de actividad con la definitiva pérdida
de competencia en la lucha contra la subversión, en un momento delicado
y crucial de la vida nacional.
La «Tercera» refugió su protagonismo en el intento de coordinar los
Servicios de Información de los Ejércitos. Pero, si en décadas anteriores
los Cuarteles Generales habían aceptado de buen grado las órdenes e indicaciones
del Alto Estado Mayor, ahora sus Estados Mayores, muy celosos
de la labor de sus Segundas Secciones, rechazaban más o menos solapadamente
la intervención de «Vitruvio» -habitual referencia a la sede
del «Alto»- en asuntos que entendían de su propia competencia. Así que
la conveniente coordinación de toda la información militar quedó en los
papeles, como un buen deseo sin aplicación por el momento. La creación
de la Junta de Jefes de Estado Mayor —primero con carácter secreto, más
adelante publicada en Boletín Oficial- facilitó la continuación de los trabajos,
pero el montaje de un Centro de Información de las Fuerzas Armadas
(CIFAS), tanto tiempo anhelado y discutido, quedaría aún pendiente
sobre la mesa muchos años. Algo similar acontecería a una
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«Comisión de información especial», -q|ie el «Alto» no llegó a sacar adelante
en aquellos años- para coordinar diversos órganos de la Administración.
Algunos especialistas consideran que tan variadas circunstancias
afectaron al peso específico de la Tercera Sección y, en alguna medida, al
entusiasmo de sus Oficiales, a la plantilla de sus especialistas y al volumen
de sus presupuestos; y ya se sabe que en un Servicio de Información
el recorte en asignaciones de personal y en dotaciones extraordinarias y
fondos reservados es el principio del fin. Su estructura territorial iba anquilosándose
en cometidos y medios, pudiendo dar la imagen de meras
oficinas burocráticas. Pero por fortuna, entre 1997 y 1999, algunas de sus
más relevantes especialidades -espionaje, contraespionaje, criptografía,
escucha radio-telegráfica y telefónica, etc.- se concentrarían con el SECED
para dar vida al CESID, Servicio de Inteligencia que contaría así
con todas las áreas indispensables.
3. La Organización Contrasubversiva Nacional (OCN)
3.1. La Organización «Conde» (1968-1969)
La razón de su creación en septiembre de 1968 hay que buscarla en
una decisión del Generalísimo en aquel verano al comprobar la necesidad
de estudiar en profundidad la subversión que surgía con fuerza en el ámbito
universitario, sin que las autoridades académicas y ministeriales hallasen
entonces medio de reducirla. Con tal motivo el titular de Educación
y Ciencia, Villar Palasi, solicitaba ayuda al Teniente General Muñoz
Grandes, Jefe del Alto Estado Mayor, quien ordenó la inmediata selección
de un reducido equipo de Oficiales del Subnegociado de Interior, de
la Tercera Sección, que se dedicase en exclusiva y con el mayor interés al
seguimiento de aquella amenaza interior. El Mando decidió así encomendar
la constitución del equipo al Comandante San Martín, al que se
dio potestad para elegir, a quienes habían de integrar la que tomaría el
nombre de Organización «Conde», nombre clave que se adjudicaba a su
Jefe, en el AEM.
Este órgano clandestino quedó constituido inicialmente por el «Gabinete
de Enlace con el Sr. Ministerio de Educación y Ciencia», en permanente
contacto con el Subsecretario Monreal. El equipo redactó su propio
plan de acción, denominado «Canadá», que obtendría la aprobación superior
del Vicepresidente del Gobierno el 25 de octubre, y se impulsaría
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en enero de 1969, y cuya finalidad primordial era ganar la opinión estudiantil,
a favor de la reforma universitaria en marcha, alejando a la juventud
del contagio de movimientos subversivos. La creciente aparición
de revueltas estudiantiles, con un grado de conflictividad, intoxicación e
interrelación no conocido antes, obligaba a buscar los orígenes de tales
movimientos y a estudiar el diseño de medidas que permitieran hacerles
frente, una vez identificados. Más adelante se comprobaría la necesidad
de crear una herramienta secreta de mayor entidad -la OCN- que pudiera
atender también a la interpretación y seguimiento de otros focos
conflictivos que empezaban a surgir en España.
Las nuevas circunstancias aconsejaron desligar la Organización
«Conde» de la inicial tutela de la Tercera Sección del AEM, e instalarla
independientemente en un pequeño chalet de la Colonia de la Prosperidad
al nordeste de Madrid, que pronto sería -por insuficiente- trasladada
a un inmueble más amplio y adecuado en la Colonia del Viso, que familiarmente
mencionábamos como «Rancho».
La estructura de «Conde» creció rápidamente, con el deseo de dar respuesta
inmediata a las esperanzas que se habían puesto en tal dispositivo
antisubversivo. Así su plantilla de personal pasó de contar con unos
pocos Oficiales incorporados en el último trimestre de 1968, a varias decenas
sólo dos años después. Gracias a una esmerada selección, pronto se
logró constituir un equipo sólido de elevada calidad y prestigio, en que la
mayoría de sus componentes estaban en posesión de diplomas de Estado
Mayor, carreras universitarias, idiomas, especialidades de criptografía,
informática, sociología, etc.. a más de las indispensables cualidades personales
de liderazgo, afán de superación, deseo de mayor dedicación, inquietudes
por el futuro de España, etc.. El Ministro del Ejército y el Jefe
del Alto Estado Mayor llegaron a decir al Tcol. San Martín que «se había
llevado lo mejor de lo mejor», si bien éste redujera la expresión a «lo mejor
disponible». La Organización pudo haberse nutrido a base de personal
civil para esa comisión de servicio, pero la Superioridad debió confiar
más en el oficio secreto de los militares, que quedaron destinados en el
AEM -fundamentalmente- y en los EE.MM de los Ejércitos, fórmula que
no complacía a dichos organismos militares, y de la que insistieron en
desvincularse.
La primera fase de «Conde» aún transcurre en el Ministerio de Educación
y Ciencia en razón de las misiones que le habían sido encomendadas
de estudio y seguimiento de la subversión universitaria. Pero pronto
las autoridades departamentales se verían desbordadas por la cuantía de
asuntos que les planteaban los directivos, y que el ministerio empezaba
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Los Servicios de Inteligencia en la Transición
a considerar superaban su propia competencia. Como el ministro de la
Gobernación había pedido a Franco la tutela de «Conde», la Superioridad
entendió que la ejecución de las acciones contrasubversivas que proponía
la Organización, con el visto bueno de Presidencia, tendría mayor eficacia
si se planteaban en coordinación estrecha con los organismos responsables
de la seguridad y el orden público. De modo que se creó un Gabinete
de Enlace que funcionó a satisfacción de las partes.
A finales de 1970 se organizó en ese Ministerio, como apoyo, un «Gabinete
de Acción Psicológica» y en el de Información y Turismo un «Gabinete
de pensamiento», según denominaciones al uso de la época. La denominación
«Conde» siguió aún empleándose al menos hasta 1976 en
conversaciones y relaciones en ámbitos de información y castrenses, a pesar
de que tal apelativo nunca tuviera carácter oficial público. En círculos
más reducidos de la Administración del Estado también se le seguía
conociendo como «Equipo San Martín».
3.2. La Organización Contrasubversiva Nacional (OCN)
En febrero de 1971, cuando la Organización «Conde» empezaba a consolidar
su red periférica inicial, la Presidencia del Gobierno aceptó su
propuesta de plasmar en una Orden Secreta la creación de la Organización
Contrasubersiva Nacional con misiones que no eran sino las ya encomendadas
a «Conde», ampliadas a otros sectores de actividad nacional
en los que se detectaban ya síntomas claros de agravamiento de la tensión
frente al Régimen, con exigencias radicales. Tal amplitud de misiones
y la urgencia de actuar en áreas civiles tan dispares, para la obtención
de noticias, procesamiento de la información y la conveniente acción
psicológica, llevaron a condensar los objetivos en unas líneas de acción de
lucha contra la subversión, que lograron el refrendo del Vicepresidente
del Gobierno, si bien quedando bajo la dependencia operativa del Subsecretario
de Gobernación.
Durante algún tiempo las decisiones de la OCN se plantearon en frecuentes
reuniones de su Jefe y colaboradores más inmediatos con el Subsecretario
Cruylles. Pero el cariz que tomaban aquellas sesiones se iban
alejando del espíritu fundacional, pues el Ministerio deseaba hacer uso
de tan extraordinaria y peculiar herramienta, como si se tratase de cualquier
otro Servicio o Cuerpo departamental, para afrontar sus propios
problemas de política gubernativa, lo que atentaba a los planteamientos
y objetivos de la Organización.
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En esta fase, la OCN absorbería el «Gabinete de pensamiento», ampliaría
sus actividades a los sectores sindical y religioso-intelectual y en
marzo redactó un informe de situación sobre la subversión en España que
daría pie al «Libro Rojo de la Subversión», completado en junio y difundido
en octubre de 1971, que ocasionaría a San Martín no pocos disgustos pues
algunas autoridades nacionales empezaban a considerar incómoda -cuando
no conflictiva- aquella OCN. De ahí que desde Gobernación y la Secretaría
General del Movimiento se pretendiera resolver la situación proponiendo a
final de noviembre el nombramiento de San Martín para Gobernador Civil
de Guipúzcoa, y buscando para la OCN otro Jefe menos «independiente» di
gamos, con menos personalidad. Pero, en vísperas del Consejo de Ministros
que debía aprobarlo en la primera semana de diciembre de 1971, la maniobra
fue abortada gracias a la información que se hizo llegar con toda urgencia
desde la Organización al Almirante Carrero y al TG. Diez-Alegría.
La OCN inicia entonces una nueva fase bajo la tutela de Presidencia
del Gobierno, en la que se preparan los textos que harían posible poco
después la creación del Servicio Central de Documentación. El 12 de enero
de 1972 el Tcol. San Martín despachaba con el Almirante el posible
deslinde de la Organización, haciendo radicar la parte oculta en el ministerio
de la Gobernación y la más abierta en Presidencia. Sin embargo,
una semana más tarde, el Generalísimo decidiría la creación de un Servicio,
cuya formulación jurídico-administrativa vendría a proteger las actividades
de la OCN desde la Presidencia del Gobierno.
En marzo de 1972, tras la creación del SECED, se revisaría el texto de
la Orden Secreta de la OCN para adaptarla a la realidad del nuevo Servicio.
Aún transcurrirían otros tres años para que el Presidente Arias firmase
en febrero de 1975 una nueva Orden Secreta, que actualizaba la anterior,
a la vista del crecimiento de la OCN y de la situación nacional. La
Organización Contrasubersiva Nacional se fue disolviendo como tal dentro
del SECED hasta que desapareció sin derogación alguna al constituirse el
CESID en 1977. Pero, a efectos del presente trabajo, ponemos fin a la época
de la OCN, en el mismo momento en que comienza la andadura del SECED,
pese a que aquella Organización Contrasubversiva, como decimos,
pervivió unos años como rama clandestina, fundamento del Servicio.
4. El Servicio Central de Documentación (SECED)
La creación de este importante e interesante Servicio de Información
merece una exposición detenida. El denso contenido de sus misiones y la
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Los Servicios de Inteligencia en la Transición
enorme actividad desplegada a lo largo de los seis años de su existencia
hace conveniente subdividir ese tiempo en tres bienios en los que aparecen
tres Directores diferentes -los tres, Tenientes Coroneles del Ejército-
subordinados a tres sucesivos Presidentes del Gobierno. Bien podríamos
denominar, de entrada, esas etapas como de creación, expansión y
consolidación del Servicio, fortalecimiento que quedaría definitivamente
rematado con la constitución en julio de 1977 del Centro Superior de Información
de la Defensa (CESID).
4.1. La etapa de creación. Bienio Carrero/San Martín (1972-73)
El SECED se crea por Decreto de la Presidencia del Gobierno el 3 de
marzo de 1972, para dar a la OCN la cobertura oficial y estable que necesitaba,
lo cual aconsejaba su incardinación en Presidencia con una nueva
fachada al exterior. Las numerosas relaciones institucionales iniciadas
por la Organización debían consolidarse y multiplicarse, lo que exigía
una nueva vía de encuentro totalmente abierta, no imaginable —por innecesaria-
en los primeros tiempos de la OCN. Para ello se decidió montar
la sede del SECED en la Calle Alcalá Galiano, n"" 10, inmediata a la
Presidencia del Gobierno, al tiempo que se ampliaban y reforzaban las
oficinas de los Sectores de la OCN en otros inmuebles de Madrid en los
que se mantenía de algún modo su carácter clandestino.
Así el nuevo Servicio recibió una articulación orgánica con la que atender
de forma pública a las necesidades administrativas y políticas de la
OCN, así como a la adecuada coordinación de la labor de sus Sectores centrales
y Delegaciones territoriales, que conservaban en plenitud sus misiones
secretas y actividades clandestinas para hacer frente a la lucha contra
la subversión. El Servicio quedaría integrado por las Secciones de Régimen
Interior, Estudios e Informes, y Coordinación y Enlace. La dependencia
que se fijaba para el SECED respecto del Vicepresidente del Gobierno -un
año más tarde, ya Presidente- imprimía un carácter a este Servicio, que
aseguraba la estrecha vinculación inicial de «Conde» al Almirante Carrero.
San Martín sería nombrado Jefe del SECED con categoría de Director
General, lo cual le facilitaría el trato habitual con otras autoridades.
La proximidad física, afectiva y leal de San Martín al Almirante Carrero
y la fluidez de sus relaciones oficiales con él, así como el prestigio
adquirido por la OCN y su indiscutida influencia en diversas áreas de poder,
habían producido algunas envidias y no pocos recelos de dirigentes
de otros Servicios que se sentían postergados a la hora de imponer sus
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propias apreciaciones y de conseguir recursos económicos y facilidades
que creían se daban a aquella Organización.
Las necesidades informativas y de asesoramiento sobre variados temas
nacionales relacionados con la economía, la reorganización de la Ad
ministración, la proyección política de la legislación, etc. obligaron a incrementar
e institucionalizar la ejecución de numerosas entrevistas con
una variadísima gama de autoridades públicas y personalidades de los
más diversos ámbitos, mediante las cuales perfeccionar la toma de conciencia
de las verdaderas preocupaciones de la sociedad. Este medio de
adquisición de información privilegiada amplió sustancialmente el banco
de datos del Servicio, poniendo a disposición del Vicepresidente una novedosa
y ágil vía de conocimientos de distintos aspectos y enfoques, tanto
del estado de la nación como de los miembros más relevantes de cada sector
social de influencia. Tal procedimiento se extendió con gran rendimiento
informativo a las Delegaciones y Subdelegaciones que se iban
abriendo en capitales que o bien eran cabeceras de Región Militar o merecían
el mayor interés a los fines del Servicio. Igualmente se extendió la
labor de las Oficinas de Enlace abiertas en un buen número de ministerios
civiles, cuya oficialización permitió consolidar el flujo informativo y su
rigor, acomodándose su funcionamiento a la nueva realidad del Servicio.
La mayor generosidad con que se ponían a disposición del SECED los
recursos de todo tipo produjeron pronto un incremento sustancial de la
plantilla de personal, aún constituida casi en su totalidad por miembros
de las Fuerzas Armadas y de los Cuerpos de Seguridad del Estado y recurriendo
a la fórmula de jornada de tarde cuando resultaba ya imposible
incorporar personal fijo. Pero ese aumento de plantilla en la que se
apoyaba la creciente labor en la OCN, chocaba con los organismos que
tenían que facilitar el personal. Como ejemplo más claro, el Alto Estado
Mayor aceptaba a regañadientes tener allí destinados a la mayor parte
de los Oficiales de la OCN pues no podía ejercer control sobre ellos ni librarse
de presumibles implicaciones que determinadas actuaciones clandestinas
pudieran empañar la imagen del alto Centro. La verdad es que
su Tercera Sección echaba de menos contar con un plantel tan numeroso
y cualificado, con el que ella hubiera podido desarrollar idénticas misiones
desde Vitruvio. Al propio tiempo las más abundantes dotaciones presupuestarias
se tradujeron en la adquisición en nuevos medios técnicos
de recogida de información, de transmisión y de archivo, que sirvieron de
ejemplo a seguir por otros Servicios.
Por entonces aceleró el Alto Estado Mayor los deseos de fijar límites
de competencia entre su Tercera Sección y el Servicio de Presidencia, en
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Los Servicios de Inteligencia en la Transición
lo referente a la lucha contra la subversión y a los apoyos informativos
en el extranjero, aunque la personalidad de San Martín no resultaba particularmente
cómoda para algunos de sus interlocutores, pues -según se
decía- no era hombre fácil de avasallar. No obstante se dieron pasos importantes
y las relaciones Vitruvio-Alcalá Galiano se hicieron más fluidas,
estableciéndose cauces para el estudio de un posible Servicio de Inteligencia
para las Fuerzas Armadas, vinculado al Alto Estado Mayor.
La época «San Martín» concluiría tras el asesinato del Almirante Carrero
Blanco el 20 de-diciembre de 1973 a manos de la banda terrorista
ETA, terminando así cinco años de absoluta e intensa dedicación personal,
suya y de sus colaboradores, a la creación de una máquina informativa,
básica en el intento de apoyar eficazmente al Estado. A su tesón se
debe la puesta en marcha de unos equipos, un estilo y empuje que poco
tenían que envidiar a los Servicios precedentes. Pero los medios de que
dispuso, las facilidades de acceso a la clase dirigente y no pocos éxitos,
produjeron -como indicábamos antes- todo tipo de celotipias y envidias
entre quienes veían que el SECED y su control se les escapaba definitivamente
de las manos, en un despegue que se presumía acelerado.
A la OCN se le achacó insidiosamente no haber detectado la preparación
del atentado terrorista contra el Presidente Carrero, pues ya correspondía
a la Organización el estudio y seguimiento de la subversión, que
incluía obviamente a las bandas terroristas. El Servicio había dado pasos
firmes en la evaluación de esa amenaza interior e incluso en la infiltración
de sus estructuras; pero se trataba de una tarea recientemente asumida
que requería de muchos años para alcanzar el ambicionado nivel de
eficacia. Por el contrario, en algunos sectores sorprendería el acceso a la
Presidencia del Gobierno de quien fuera ministro de la Gobernación en el
momento del magnicidio. Tampoco sus órganos de información y seguridad
habían podido evitarlo.
Terminaba así el primer bienio del SECED, lleno de ilusión y aventura,
rompiendo moldes, soñando un futuro mejor, pero -es verdad- con
un crecimiento desigual en sus articulaciones y extremidades, como ocurre
en todo cuerpo humano en el paso desde la niñez a la adolescencia. El
Servicio entraba en otra etapa.
4.2. La etapa de expansión. Bienio Arias /Valverde (1974-75)
El nombramiento de Arias Navarro como Presidente del Gobierno a
punto de finalizar el año 1974 traería como consecuencia el relevo en la
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dirección del SECED, que pasó a manos del Comandante Valverde Díaz,
algo más moderno y joven que San Martín, aunque con escasos conocimientos
del proceloso mar de los Servicios de Información, lo que le aconsejó
apoyarse en los órganos directivos del Servicio y llevar el timón de la
OCN con un estilo menos personalista que su predecesor y más acomodado
a las circunstancias reales en que se debatía la política nacional
tras el asesinato del Almirante.
El nuevo Director había accedido al cargo por decisión personal de
Arias Navarro, quien siendo Alcalde de Madrid había nombrado Gerente
Municipal de Urbanismo, al entonces Capitán Valverde. Esta amistosa
proximidad al Presidente coadyuvó en gran medida a salvar las dificultades
políticas y administrativas que habían enturbiado en ocasiones
la buena marcha y desarrollo del Servicio en su primera fase.
Las cualidades personales de Valverde -tacto, bonomia, prudenciafacilitaron
enseguida sus relaciones de mando con los directivos del SECED,
de los que recogió sugerencias y sentimientos para reorientar el
rumbo de la nave ante la nueva situación. Después de escuchar a todos,
dio pronto un golpe de timón que impulsó al Servicio hacia el estudio profundo,
el planteamiento y seguimiento de acciones fundamentalmente
orientadas a la reversión y a facilitar al Presidente del Gobierno una información
puntual, completa y rigurosa de los asuntos nacionales encomendados.
La articulación interna del SECED/OCN fue actualizada según el
nuevo concepto que habría de corresponder al Servicio, concentrando todos
los órganos en dos Divisiones (Operaciones e Información) y una Secretaría
General que atendía a todos los asuntos de personal, administración,
servicios, etc.. Valverde había rechazado firmemente desde el
principio la creación de una 2^ Jefatura que se responsabilizase de la
OCN, como organización con cierta independencia del Director. Fue así
sumida en el conjunto del Servicio, desapareciendo poco a poco el uso habitual
de las siglas OCN; no de sus cometidos, naturalmente. Como el rápido
crecimiento vital del SECED no había concedido tiempo durante la
primera fase para consolidar un fondo de doctrina y un estilo de funcionamiento,
pues los cambios habían ido siempre por delante de las disposiciones
que habrían de respaldarlo, ahora era el momento de adentrarse
en esa laboriosa tarea.
Con carácter general puede decirse que en esta segunda etapa del SECED
se institucionalizó el proceso de la información en los diferentes ámbitos
del Servicio, así como los canales de relación con las autoridades civiles
y militares. Se logró implantar un procedimiento uniforme tanto en
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la adquisición de noticias, su evaluación y contraste, como en la elaboración
de «inteligencia» y su conveniente difusión. Destaca en esta segunda
fase la expansión de las fuentes de información, en particular el fuerte
aumento de entrevistas, que multiplicaron exponencialmente la
información recogida.
La plantilla de personal creció sustancialmente en estos dos años y
medio, bajo el Presidente Arias, manteniéndose la elevada cualificación
de los directivos del SECED. La Oficialidad continuaba con la ilusión y
espíritu inicial, pero se iban imponiendo los relevos, por el deseo de algunos
de incorporarse de nuevo a un destino en los Ejércitos, al sentir ya
la fatiga de un esfuerzo continuado en la lucha contra la subversión.
Unos se lamentaban de la desconfianza hacia el Servicio -incluso hostilidad-
observada en otras instituciones de las que cabría esperar pleno
apoyo; otros no entendieron quizá los nuevos aires que circulaban por la
«Casa», recordando con nostalgia aquellos primeros años en los que un
fuerte componente de espíritu juvenil e inquieto creaba métodos de acción,
más que de estudio, para salvar un ambiente nacional que se deterioraba
a paso agigantado.
Se revisaron también las Delegaciones territoriales y las Oficinas de
Enlace en ministerios civiles, para adecuarlas a las nuevas necesidades,
al tiempo que la sede central del Servicio se trasladaba desde el piso de
Alcalá Galiano, 10, hasta el edificio del Paseo de la Castellana if 5, ocupado
desde su construcción por la Dirección General de Marruecos y Colonias
-en esta etapa, de Plazas y Provincias Africanas- donde ya se
pudo acoplar el SECED con decoro y sin estrecheces en instalaciones y
servicios, albergando dignas salas de reunión y de visitas como correspondían
a un organismo público abierto que requería una imagen, más
cercana y acaso menos críptica. Se montó adecuadamente el archivo mecanizado
de información -el ya afamado «JANO»- y pudo darse cobijo a
alguna de las oficinas que aún se mantenían fuera de este edificio principal.
En la vida política nacional, los deseos de apertura de unos chocaban
con los temores de derrumbamiento del Sistema, de otros. Al programa
del notorio «espíritu del 12 de febrero», expuesto en las Cortes Españolas
por el Presidente Arias, se sucedieron numerosos episodios como el llamado
«gironazo» y otros, que mostraban la cara más lamentable de las
discrepancias entre fracciones que a lo largo de decenios habían constituido
el firme basamento del Régimen, apoyado en los Principios Nacionales
del Movimiento. El SECED, sin desatender su propia labor contrasubversiva,
prestó, particular atención a observar y evaluar las actitudes
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de los grupos políticos que deseaban hacerse hueco para participar en la
imparable transición que se avecinaba: la izquierda más moderada ya
empezaba a salir de la clandestinidad.
En esta segunda fase del SECED se ponen en marcha varias operaciones
de carácter nacional, tratando de adivinar y prevenir posibles situaciones
críticas cuando se cumpliesen las «previsiones sucesorias», eufemismo
con el que se evitaba citar el fallecimiento del Caudillo. La
Operación «Lucero», dirigida por el propio Presidente del Gobierno, pero
desarrollada por el Servicio, estudió en detalle y coordinó las numerosas
y complejas acciones para que la noticia del óbito del Jefe del Estado no
ocasionara, en su momento, alteraciones de orden público incontrolables
e irreversibles, y que las medidas previstas para el momento del tránsito
político pudieran ser aplicadas en un clima pacífico y democrático.
Esta operación se complementaba con la «Alborada», referida a los primeros
actos institucionales de la Monarquía; la «Relámpago», que afectaba
en exclusiva al ámbito del SECED; y otras de diversos organismos,
como Gobernación, ministerios militares y Alto Estado Mayor que pusieron
al día las medidas pertinentes de seguridad, coordinadas -eso sídesde
Presidencia. La esmerada preparación de aquellas Operaciones hicieron
viable la transición pacífica, que sorprendió a muchos y que en
adelante se ofrecería como ejemplo para otras naciones.
Arias continuó al frente del primer Gobierno de la Monarquía y, con
él, el Teniente Coronel Valverde como Director del SECED. Los movimientos
políticos agudizaron su actividad y sus líderes se esforzaron por
tomar parte en el nuevo panorama que se abría. Resultó un tiempo bien
aprovechado por el Servicio para fortalecer su espíritu y su estructura interna.
Iba a dar comienzo la tercera fase, última de la vida del SECED.
4.3. La etapa de consolidación. Bienio Suárez/Cassinello (1976-77)
La decisión de SM el Rey de sustituir al Presidente Arias por Adolfo
Suárez al frente del Gobierno supuso también el relevo de Valverde por
el Teniente Coronel Andrés Cassinello, quien venía desempeñando la Jefatura
de la División de Operaciones del SECED y anteriormente otros
puestos de destacada responsabilidad con San Martín. Su profundo conocimiento
del Servicio y su personal y definitiva influencia en la transformación
del SECED durante la etapa Valverde dio continuidad a las
disposiciones que se habían venido adoptando en los años anteriores, sin
que el cambio de Gobierno supusiera un parón -mucho menos un retor-
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no- en cuanto se había avanzado. De modo que las reconocidas dotes intelectuales
y capacidad de mando del nuevo Director le hicieron el hombre
idóneo para gobernar la nave del Servicio en una fase crucial en la
que habría de materializarse la transición política española.
Al igual que los dos directores que le precedieron, supo infundir al SECED
su estilo personal, como convenía a esta tercera fase -la de consolidación-
en la que el Servicio fue aplicando fórmulas y procedimientos,
sustentados por propuestas y acciones de órganos muy especializados
que daban a su trabajo un tono cada vez más profesional y riguroso. Por
otra parte, a medida que la vía democrática se iba abriendo paso en las
instituciones, se ensanchaba la banda de necesidades de «inteligencia» a
requerimiento de Presidencia y perdían peso algunas facetas contra-subversivas
del SECED, al desaparecer razones esgrimidas por grupos anti-
Régimen para justificar sus revueltas y enfrentamientos.
La confección de Planes de Información y de Programas de Investigación
fue ya una práctica habitual en el SECED, como normas orientadoras
de la actividad profesional del Servicio. El trabajo de Directivos, Ayudantes
y Auxiliares encontró su ritmo y su eficacia con regularidad, sin
los sobresaltos que surgían con más o menos frecuencia en las etapas anteriores.
Puede asegurarse que el SECED se consolidó como un Servicio
competente y de alto rendimiento, y que su apoyo informativo al Presidente
del Gobierno y a SM el Rey, dio la medida de un trabajo riguroso y
moderno que se ofrecía por medio de informes y boletines periódicos,
cuya difusión se extendió en esa etapa a otras autoridades militares y civiles.
Afortunadamente —como ocurriera en el tandem AriasA/'alverde—
Cassinello era conocido por Suárez en ámbitos familiares desde años antes,
circunstancia que favoreció la relación de confianza y con ella la fluidez
de despacho frecuente con el Presidente del Gobierno. La atención
continuada y exhaustiva de Suárez a los problemas que suponía el cambio
político emprendido, dejó suficiente libertad de acción a Cassinello
para continuar con el desarrollo de sus planes de transformación del Servicio
y consolidar la tarea encomendada a los Sectores Centrales y a la
estructura periférica del SECED, a los que pudieron aplicarse nuevos recursos
humanos y financieros.
La tensa y acelerada situación nacional por cuanto suponía la Reforma
Política y la aprobación de asociaciones y partidos haría conveniente
la profundización por parte del SECED en la información sobre movimientos
de grupos y personas en relación con decisiones gubernamentales
que trataban de afrontar la nueva etapa democrática con vistas al re-
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feréndum, elecciones generales, futura Constitución, e t c . , lo que no supuso
—por fortuna— una politización de la «Casa» sino más bien la asunción
de un papel de Estado que diferenciaba la acción del Gobierno Suárez
de la correspondiente al partido político que le sustentaba, entonces
la Unión de Centro Democrático (UCD). El Servicio colaboró a fondo con
el Presidente del Gobierno en el conocimiento de los grupos que iban a
saltar a la arena democrática, y en el asesoramiento leal sobre cuantos
criterios se recogían en numerosísimas entrevistas concertadas por directivos
del SECED con personalidades de todos los sectores de la vida
nacional. Este apartidismo necesario ocasionó serios disgustos al TCol.
Cassinello con el Presidente Suárez y otros miembros del Gobierno, quienes
exigían una cooperación más amplia y profunda en toda la preparación
electoral.
Hay que recordar que el crecimiento de la OCN y del SECED se había
llevado a efecto en años anteriores con gran identificación política respecto
de los sucesivos Gobiernos de la Nación, convirtiéndose el Servicio
en un utensilio extraordinario e irrenunciable, en manos de sus Presidentes,
que lo usaban con gran celo. Pero con la instauración del régimen
parlamentario, el Servicio tenía que desligarse de lo puramente coyuntural
y partidista, para concentrarse en objetivos nacionales del Estado.
No siempre se lograría, pero sí se afianzaron las bases para que el futuro
CESID pudiera establecerse institucionalmente como un Servicio
apartidista.
En la última etapa del SECED merece reseñarse el enorme esfuerzo
desarrollado por continuar la lucha contra el terrorismo, en la que jamás
se regatearon esfuerzos y en la que se lograron importantes avances -incluso
éxitos— que nunca transcenderían al conocimiento público. Asimismo
cabe reseñar la gestión personal de Cassinello para hacer realidad el
regreso de Tarradellas a Cataluña, donde tiempo después sería designado
President de la Generalitat.
Esta tercera fase se cierra naturalmente con los intentos de coordinación
de los Servicios de Información ya iniciados durante el mandato
de Valverde, y que se reactivaron de la mano del Teniente General Gutiérrez
Mellado, Vicepresidente del Gobierno para Asuntos de la Defensa
estableciéndose puntos de encuentro, pese a las dificultades que presentaban
los organismos a coordinar y que finalmente encontrarían solución
tras la creación del CESID en julio de 1977. El Servicio prestó todo el
apoyo a su integración con la Tercera Sección del Alto Estado Mayor,
cuyo estudio meditado y exhaustivo hizo posible la aparición del primer
Servicio de Inteligencia nacional con todos los elementos indispensables
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Los Servicios de Inteligencia en la Transición
para ser considerado como tal en las naciones de corte occidental. La operación
de fusión se vio facilitada por el hecho de que ambos organismos
dependieran de la Presidencia del Gobierno y estuviesen servidos por
profesionales de las Fuerzas Armadas.
5. El fin del SECED
Acababa así un proceso iniciado impensadamente con la Organización
«Conde» en otoño de 1968, con aportaciones sucesivas a lo largo de nueve
años y bajo la dirección de tres Tenientes Coroneles, con plantillas de
Jefes y Oficiales más modernos y jóvenes que ellos mismos, lo que daba
al Servicio una imagen y un estilo cargados de un empuje excepcional, a
veces trufado de actuaciones menos prudentes, como cabe suponer de
gentes que apenas superaban los 40 años de edad. El nivel de ese empleo
militar debió parecer a algunos políticos y mandos castrenses insuficiente
para manejar una herramienta tan compleja y de uso tan difícil y peligroso,
por lo que el nuevo bisturí -el CESID- se puso en manos de Oficiales
Generales y Coroneles. Pasarían unos años más, hasta que
inopinadamente volvió a encomendarse la dirección a un Teniente Coronel,
que ascendería sucesivamente en ese puesto hasta alcanzar el rango
de Teniente General.
Ya hemos referido cómo el estilo personal de San Martín, Valverde
y Cassinello y la enorme influencia política del SECED habían originado
no pocos recelos y envidias en los restantes servicios y órganos de información
entre quienes parecía tenían el deber de apoyarles. Quizá el
SECED debió hacerse perdonar tan favorable posición; acaso no supo
hacerlo a satisfacción de sus oponentes. De modo que el distanciamiento
entre Servicios afines dificultó la deseable coordinación e incluso el
intercambio de información y de inteligencia, que no fue realidad hasta
consumarse la creación del CESID como Servicio único de nivel nacional.
Ya el primer Gobierno de la Monarquía y sobre todo el segundo tomaron
conciencia de las ventajas de concentrar los ministerios militares
en un nuevo Departamento de Defensa, apareciendo como insuficiente la
figura de un Vicepresidente coordinador de tales asuntos. Los deseos de
cambio que se plasmarían en la reforma política y en la nueva Constitución
alcanzarían también el ámbito de las Fuerzas Armadas con la vista
puesta en un solo ministerio que agrupase a los tres departamentos militares.
Tan imparable concentración -resuelta desde hacía décadas en
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otros países occidentales- llevaba implícita la reunión de los órganos de
Inteligencia nacional en una sola mano y los de Información militar en
otra. Se barajaron fórmulas posibles y se hicieron propuestas muy diversas
que dieron pronto luz al CESID, como nuevo Servicio Nacional de Inteligencia,
tarea en la que colaboró intensamente el SECED, como hemos
apuntado.
El buen ritmo aplicado al estudio de la creación del CESID se debió
sin duda a la constatación de las ventajas que aportaban la Tercera
Sección AEM y el SECED: sus correspondientes misiones reservadas,
su prestigio indiscutido, su personal especializado, instalaciones y equipamiento
sofisticado. Pero no es menos cierto que también se intuía la
fusión como ocasión propicia para resolver algunas deficiencias en sus
respectivas estructuras y funcionamiento. Al decaimiento del Alto Estado
Mayor en influencia y eficacia, se unía por otra parte la sospecha
de que el SECED actuaba sin suficiente control desde Presidencia del
Gobierno.
Pronto el CESID pasaría a depender del nuevo Ministerio de Defensa,
por el carácter militar de la inmensa mayoría de sus componentes y
quizá por entender como políticamente ventajoso colocarle al Presidente
del Gobierno una pantalla intermedia que le alejara y protegiera de posible
fallos o errores del Servicio, aunque el CESID resultaría algo así
como un traje del Jefe del Ejecutivo, guardado en el ropero de Defensa.
De hecho la adscripción tenía un carácter administrativo más que directivo:
los grandes asuntos de Inteligencia se seguirían planteando en La
Moncloa más que en el Paseo de la Castellana.
Es de justicia citar al ñnal de este capítulo la inmensa y callada aportación
del SECED a la lucha contra el terrorismo. La necesaria discreción
de cuantos participaron en multitud de estudios y asesoramientos a los
poderes públicos para orientar adecuadamente la acción de los Tribunales
y las Fuerzas de Seguridad del Estado, impide desarrollar aquí mínimamente
situaciones y logros que unos pocos podrían relatar en muchas
páginas. Pero al menos, aquéllos que arriesgaron incluso su vida como
miembros de su Servicio de Inteligencia y como militares que eran, merecen
nuestro recuerdo agradecido.
Quedaban atrás años de sacrificio e ilusión, de numerosos aciertos y
algunos errores, como en toda obra humana. Pero bien puede decirse que
la Transición no hubiera sido la misma sin esa cardinal aportación —indispensable
habría que decir-. De alguna manera aquel tránsito político
debe una parte fundamental a la abnegada labor de la OCN/SECED.
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Los Servicios de Inteligencia en la Transición
6. Epílogo
Al concluir este breve trabajo sobre los Servicios de Inteligencia durante
el periodo de mutación política, cabe resumir que ese decenio que
abarca desde el otoño de 1969 hasta el otoño de 1978, fue vital para los
Servicios tanto como para la Transición. Ni el tránsito a la democracia
hubiera podido resultar exitoso sin los Servicios, ni éstos se hubieran desarrollado
como convenía sino se hubiera producido la Transición. Los directivos
de los Servicios de Inteligencia sintieron los aires nuevos que se
avecinaban y forzaron en cada momento cambios que eran indispensables.
Por su parte, los políticos escucharon a los Servicios y pudieron
plantear sus proyectos democráticos con prudencia y dentro de un marco
que hubiera sido altamente peligroso sobrepasar. De ese modo se llegó a
la aprobación muy mayoritaria de una nueva Constitución Española y se
instituyó el primer Gobierno de la Nación surgido de unas Cortes Generales
plenamente democráticas. Lo que hubiera resultado casi un sueño
pocos años antes se lograba con la colaboración y el aplauso de la inmensa
mayoría de los españoles. Se había salvado, en un clima de paz y sosiego,
el paso de un Régimen autoritario y personal a una Monarquía
parlamentaria de corte europeo. La maquinaria política estaba en marcha.
Tan sólo quedaría ponerla a punto en los años siguientes. Exactamente
igual que ocurriría con la Inteligencia.
De ese modo podemos asegurar que esos años de los Servicios de Inteligencia
fueron cruciales para la germinación y desarrollo inicial de un
organismo adecuado a las nuevas y futuras necesidades nacionales. Veinticinco
años de funcionamiento del CESID abocarían en un definitivo
Centro Nacional de Inteligencia, con todas las connotaciones de los principales
servicios extranjeros, entre los que el nuestro bien puede ya estar
considerado como uno de los primeros del mundo.
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