El CNI aprueba el primer código ético para sus 3.500 agentes, hombres y civiles en su mayoría y con profesionales tan variopintas como filósofos o abogados.
Qué hace un filósofo en la sede del Centro Nacional de Inteligencia? Este podría ser el inicio de un chiste o una pregunta de Mortadelo a Filemón en uno de los geniales tebeos de Ibáñez. Pero es una cuestión lógica cuando en ‘La Casa’, como se conoce al cuartel general del CNI, se concentran profesionales tan variopintos como maestros, economistas, informáticos, médicos, periodistas, traductores, abogados... o incluso filósofos, que se mezclan con los tipos duros procedentes del Ejército, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, los que se ocupan de las cuestiones operativas. Responde David Rodríguez Vidal, antiguo colaborador de los servicios secretos y propietario de la primera academia de espías que se abrió en España: "El análisis de la información, de la inteligencia, es multidisciplinar. Necesitas un equipo de diferentes perfiles para analizar hipotéticos escenarios. No sirve una única línea de pensamiento. Por eso es tan importante un filósofo como un militar".
En ‘La Casa’ resulta igual de valioso colocar un micrófono como tirarse doce horas encerrado en un despacho filtrando millones de datos en un solo papel. El análisis de la información es una de las tareas más arduas de todas las que se desarrollan en el CNI. Un trabajo meramente administrativo que suele asumir el personal civil de la institución: el 62% de los más de 3.500 espías españoles. "Los micrófonos los colocan personas más preparadas para esas tareas", aclara Vidal. Oficiales procedentes de las Fuerzas Armadas (26,8%) y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (10,7%) "que generalmente inspiran más confianza y, por ello, ocupan los puestos de responsabilidad", observa.
Todos los miembros del CNI, sin distinción, pasan estrictos procesos de selección en los que se ‘desnudan’ para detectar posibles debilidades y ganarse la confianza de sus jefes. Todos ellos, además, tienen ya en sus manos el primer código ético elaborado en ‘La Casa’ y aprobado por el director del centro, el general Féliz Sanz, el pasado 12 de octubre, coincidiendo con la Fiesta Nacional.
No es ninguna novedad que la principal virtud del espía español debe ser la discreción, pero también se exige "rectitud", además de "lealtad a la institución, abnegación y espíritu de servicio en pos de la protección del bien común y de la seguridad de los españoles. Con este fin, cumplirán sus cometidos sin escatimar esfuerzos ni sacrificios". De hecho, continúa uno de los 20 artículos del código, los oficiales de inteligencia "mostrarán su plena disponibilidad para prestar servicio cuando y donde se les exija, y evitarán que cualquier circunstancia personal o familiar sirva de excusa". Nada de mujeres de parto o hijos en Urgencias cuando hay que proteger España traduciendo, por ejemplo, una conversación o textos del árabe de 8 de la mañana a 3 de la tarde en una oficina de la hermética sede de la avenida del Padre Huidobro, en Madrid, cerca de la carretera de La Coruña. Y es que "el afán de superación, el anhelo de excelencia, se erigirá en aspiración constante". Por supuesto, todos los miembros de ‘La Casa’ "se conducirán, en todo momento y circunstancia, de manera íntegra y digna", actuarán "con el objetivo de la ejemplaridad en la conducta" y "la honradez será principio rector, tanto de su comportamiento personal como de su actuación profesional".
Pero, ¿los espías no eran esas personas intrépidas y muchas veces sin escrúpulos que hacen todo lo que sea preciso (rayando lo ilegal) para conseguir la información necesaria? Vuelve a responder David Rodríguez Vidal: "Eso cree la mayoría de la gente. Que los agentes son tipos que se pasan todo el día cometiendo ilegalidades. En todo caso, son tipos que ordenan hacer esas ilegalidades, si es que fueran necesarias. Y casi siempre fuera de España para esquivar nuestras propias leyes. La red de colaboradores del CNI en Siria o en Marruecos o en otros países no computan como funcionarios del Estado, pero son los que suministran información a nuestros funcionarios traicionando a sus propios países", explica Vidal, autor también de ‘Diario de un espía’ (Cúpula).
Así, el documento aconseja "proporcionalidad" a la hora de registrar un domicilio o pinchar un teléfono. También obliga a los agentes a "evitar el despilfarro" de los recursos públicos. Y la vanidad, por supuesto, siempre en el fondo del cajón: "Asumirán la renuncia tanto a dar publicidad a sus éxitos como a defenderse de los ataques más injustos". A poner la otra mejilla en pos de la reserva de su actividad profesional. Todo lo contrario de lo que hizo el pequeño Nicolás, que se las daba de espía hasta en las discotecas.
"No sé si lo de Francisco Nicolás está directamente relacionado, pero esta es otra campaña de lavado de imagen y les ha vuelto a salir mal. Está muy bien como declaración de intenciones, pero el problema es que, como ocurre siempre, el CNI no conecta con la gente. Nadie se cree que ‘La Casa’ sea una institución democrática en la que todo se hace limpiamente", critica Rodríguez Vidal. "Estaría bien que fueran abiertos no contando lo que hacen, sino por qué lo hacen".
Qué hace un filósofo en la sede del Centro Nacional de Inteligencia? Este podría ser el inicio de un chiste o una pregunta de Mortadelo a Filemón en uno de los geniales tebeos de Ibáñez. Pero es una cuestión lógica cuando en ‘La Casa’, como se conoce al cuartel general del CNI, se concentran profesionales tan variopintos como maestros, economistas, informáticos, médicos, periodistas, traductores, abogados... o incluso filósofos, que se mezclan con los tipos duros procedentes del Ejército, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, los que se ocupan de las cuestiones operativas. Responde David Rodríguez Vidal, antiguo colaborador de los servicios secretos y propietario de la primera academia de espías que se abrió en España: "El análisis de la información, de la inteligencia, es multidisciplinar. Necesitas un equipo de diferentes perfiles para analizar hipotéticos escenarios. No sirve una única línea de pensamiento. Por eso es tan importante un filósofo como un militar".
En ‘La Casa’ resulta igual de valioso colocar un micrófono como tirarse doce horas encerrado en un despacho filtrando millones de datos en un solo papel. El análisis de la información es una de las tareas más arduas de todas las que se desarrollan en el CNI. Un trabajo meramente administrativo que suele asumir el personal civil de la institución: el 62% de los más de 3.500 espías españoles. "Los micrófonos los colocan personas más preparadas para esas tareas", aclara Vidal. Oficiales procedentes de las Fuerzas Armadas (26,8%) y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (10,7%) "que generalmente inspiran más confianza y, por ello, ocupan los puestos de responsabilidad", observa.
Todos los miembros del CNI, sin distinción, pasan estrictos procesos de selección en los que se ‘desnudan’ para detectar posibles debilidades y ganarse la confianza de sus jefes. Todos ellos, además, tienen ya en sus manos el primer código ético elaborado en ‘La Casa’ y aprobado por el director del centro, el general Féliz Sanz, el pasado 12 de octubre, coincidiendo con la Fiesta Nacional.
No es ninguna novedad que la principal virtud del espía español debe ser la discreción, pero también se exige "rectitud", además de "lealtad a la institución, abnegación y espíritu de servicio en pos de la protección del bien común y de la seguridad de los españoles. Con este fin, cumplirán sus cometidos sin escatimar esfuerzos ni sacrificios". De hecho, continúa uno de los 20 artículos del código, los oficiales de inteligencia "mostrarán su plena disponibilidad para prestar servicio cuando y donde se les exija, y evitarán que cualquier circunstancia personal o familiar sirva de excusa". Nada de mujeres de parto o hijos en Urgencias cuando hay que proteger España traduciendo, por ejemplo, una conversación o textos del árabe de 8 de la mañana a 3 de la tarde en una oficina de la hermética sede de la avenida del Padre Huidobro, en Madrid, cerca de la carretera de La Coruña. Y es que "el afán de superación, el anhelo de excelencia, se erigirá en aspiración constante". Por supuesto, todos los miembros de ‘La Casa’ "se conducirán, en todo momento y circunstancia, de manera íntegra y digna", actuarán "con el objetivo de la ejemplaridad en la conducta" y "la honradez será principio rector, tanto de su comportamiento personal como de su actuación profesional".
Pero, ¿los espías no eran esas personas intrépidas y muchas veces sin escrúpulos que hacen todo lo que sea preciso (rayando lo ilegal) para conseguir la información necesaria? Vuelve a responder David Rodríguez Vidal: "Eso cree la mayoría de la gente. Que los agentes son tipos que se pasan todo el día cometiendo ilegalidades. En todo caso, son tipos que ordenan hacer esas ilegalidades, si es que fueran necesarias. Y casi siempre fuera de España para esquivar nuestras propias leyes. La red de colaboradores del CNI en Siria o en Marruecos o en otros países no computan como funcionarios del Estado, pero son los que suministran información a nuestros funcionarios traicionando a sus propios países", explica Vidal, autor también de ‘Diario de un espía’ (Cúpula).
Así, el documento aconseja "proporcionalidad" a la hora de registrar un domicilio o pinchar un teléfono. También obliga a los agentes a "evitar el despilfarro" de los recursos públicos. Y la vanidad, por supuesto, siempre en el fondo del cajón: "Asumirán la renuncia tanto a dar publicidad a sus éxitos como a defenderse de los ataques más injustos". A poner la otra mejilla en pos de la reserva de su actividad profesional. Todo lo contrario de lo que hizo el pequeño Nicolás, que se las daba de espía hasta en las discotecas.
"No sé si lo de Francisco Nicolás está directamente relacionado, pero esta es otra campaña de lavado de imagen y les ha vuelto a salir mal. Está muy bien como declaración de intenciones, pero el problema es que, como ocurre siempre, el CNI no conecta con la gente. Nadie se cree que ‘La Casa’ sea una institución democrática en la que todo se hace limpiamente", critica Rodríguez Vidal. "Estaría bien que fueran abiertos no contando lo que hacen, sino por qué lo hacen".