El caso de Ekaterina Zatuliveter
La espía que no quería volver al frío
La inteligencia británica acusa a Katia de espiar para Rusia a un diputado, pero ella lo niega y dice que la relación era amorosa.
Hollywood siempre va en búsqueda de la «novia de América». Los servicios de inteligencia británicos tienen, sin embargo, otras preferencias: las espías rusas. El caso de Anna Chapman, la joven pelirroja de 28 años casada con un inglés y deportada en verano pasado a su país natal, dejó un gran vacío. Pero pronto han encontrado una sustituta. Se llama Ekaterina «Katia» Zatuliveter. Con sólo 26 años, la belleza rubia y delicada ha acaparado todos los titulares de la Prensa.
El morbo de su historia –un romance reconocido con un diputado liberal demócrata cuarenta años mayor que ella– es un gancho fácil para atraer la atención del lector. Pero además su caso ofrece una peculiaridad: «Katia» se ha convertido en la única supuesta espía que está luchando en un tribunal contra su extradición. Ella niega además tener contacto con el Kremlin, pero su currículum amoroso no ayuda a creer su versión.
La joven fue detenida el año pasado, pero no ha sido hasta esta semana cuando ha comenzado su lucha legal para evitar que la envíen a casa. En las puertas del Tribunal de Apelaciones en Asuntos de Inmigración, había expectación e incluso periodistas de las cabeceras más serias atraídos por los datos del MI5, que sostiene que podría haber aún un puñado de espías rusos con identidades falsas husmeando por los rincones de Westminster.
El proceso, de momento, está ofreciendo material para todos los gustos. Hay matices políticos –a nadie se le escapa que los liberales demócratas gobiernan ahora en coalición con los «tories»– y también «carnaza» para los tabloides, que han visto en la rusa una mina de oro.
Antes de empezar su romance con el diputado Mike Hancock –curiosamente representante de circunscripción que alberga a la base de la Marina Real– Katia ya había mantenido otros romances con hombres muy bien relacionados, incluido uno en cuya tarjeta la estudiante había escrito «KGB» sólo por los «rumores» que había sobre él. Algunos de sus acompañantes, después de invitarla a cenar en caros restaurantes y llevarla al teatro, le ofrecieron dinero confundiéndola con una prostituta de lujo. Pero la joven jamás aceptó los sobres. A ella le gustaban realmente los hombres maduros y fue por eso por lo que se fijó en Hancock.
Su relación empezó en abril de 2006. Se conocieron en una conferencia en Moscú. Ella, que trabajaba como voluntaria en este tipo de actos, se encargaba de la delegación británica y el diputado la invitó a tomar una copa. Le dijo que quería acostarse con ella, pero en la primera «cita» Katie le rechazó. No fue hasta junio de 2006 cuando comenzaron su «affaire» En su diario, la estudiante describía a su amante como «interesante, inteligente, cariñoso». Pero para el MI5, Hancock tan sólo era un blanco perfecto debido a su conocida debilidad por las mujeres y a su acceso a documentos de defensa. Aunque, por el escándalo, ha dimitido de su puesto en el Comité de Defensa.
Ayudante voluntaria
La joven se trasladó a Londres, donde se matriculó en la Universidad de Bradford para hacer un curso sobre procesos de paz, y el romance hizo que el parlamentario la metiera en su despacho como ayudante voluntaria. No había salario de por medio, pero el liberal demócrata la dejó instalarse en su apartamento de Londres e incluso utilizó su círculo de amistades para que la joven recibiera 3.000 libras por diferentes trabajos de investigación.
El extraño amor pronto llamó la atención de los servicios de Inteligencia, que en varias ocasiones, se reunieron con la estudiante en el Hotel Savoy. Un agente hacía de poli bueno y otro de malo, pero la estrategia nunca funcionaba, porque Katia siempre hablaba de sentimientos, nunca de intereses y menos de relaciones con el Kremlin. Finalmente, en agosto del año pasado fue arrestada. Según ella, fue entonces cuando descubrió que su amante estaba casado. En abril ya habían roto su relación, pero él seguía obsesionado con ella mandándole mensajes al móvil. «Soy inocente y no creo que tenga que se deportada porque no he hecho nada. Vivo aquí y tengo una visa por trabajo hasta agosto de 2012. No me voy a ir sólo porque alguien haya cometido un error», dijo ante el tribunal.
Sus abogados insisten en que las relaciones de chicas de veinte años con hombres maduros son normales en Rusia debido a que los muchachos jóvenes tienen problemas con el alcohol. Pero los servicios de inteligencia insisten en que su propósito con el parlamentario era otro. Cuando Anna Chapman fue descubierta, admitió los cargos y no rechistó al meterse en el avión que la devolvía Rusia. Ekaterina «Katia» Zatuliveter, sin embargo, está decida a quedarse en Reino Unido para limpiar su nombre y demostrar que en sus relaciones siempre se ha dejado llevar por el corazón.
El morbo de su historia –un romance reconocido con un diputado liberal demócrata cuarenta años mayor que ella– es un gancho fácil para atraer la atención del lector. Pero además su caso ofrece una peculiaridad: «Katia» se ha convertido en la única supuesta espía que está luchando en un tribunal contra su extradición. Ella niega además tener contacto con el Kremlin, pero su currículum amoroso no ayuda a creer su versión.
La joven fue detenida el año pasado, pero no ha sido hasta esta semana cuando ha comenzado su lucha legal para evitar que la envíen a casa. En las puertas del Tribunal de Apelaciones en Asuntos de Inmigración, había expectación e incluso periodistas de las cabeceras más serias atraídos por los datos del MI5, que sostiene que podría haber aún un puñado de espías rusos con identidades falsas husmeando por los rincones de Westminster.
El proceso, de momento, está ofreciendo material para todos los gustos. Hay matices políticos –a nadie se le escapa que los liberales demócratas gobiernan ahora en coalición con los «tories»– y también «carnaza» para los tabloides, que han visto en la rusa una mina de oro.
Antes de empezar su romance con el diputado Mike Hancock –curiosamente representante de circunscripción que alberga a la base de la Marina Real– Katia ya había mantenido otros romances con hombres muy bien relacionados, incluido uno en cuya tarjeta la estudiante había escrito «KGB» sólo por los «rumores» que había sobre él. Algunos de sus acompañantes, después de invitarla a cenar en caros restaurantes y llevarla al teatro, le ofrecieron dinero confundiéndola con una prostituta de lujo. Pero la joven jamás aceptó los sobres. A ella le gustaban realmente los hombres maduros y fue por eso por lo que se fijó en Hancock.
Su relación empezó en abril de 2006. Se conocieron en una conferencia en Moscú. Ella, que trabajaba como voluntaria en este tipo de actos, se encargaba de la delegación británica y el diputado la invitó a tomar una copa. Le dijo que quería acostarse con ella, pero en la primera «cita» Katie le rechazó. No fue hasta junio de 2006 cuando comenzaron su «affaire» En su diario, la estudiante describía a su amante como «interesante, inteligente, cariñoso». Pero para el MI5, Hancock tan sólo era un blanco perfecto debido a su conocida debilidad por las mujeres y a su acceso a documentos de defensa. Aunque, por el escándalo, ha dimitido de su puesto en el Comité de Defensa.
Ayudante voluntaria
La joven se trasladó a Londres, donde se matriculó en la Universidad de Bradford para hacer un curso sobre procesos de paz, y el romance hizo que el parlamentario la metiera en su despacho como ayudante voluntaria. No había salario de por medio, pero el liberal demócrata la dejó instalarse en su apartamento de Londres e incluso utilizó su círculo de amistades para que la joven recibiera 3.000 libras por diferentes trabajos de investigación.
El extraño amor pronto llamó la atención de los servicios de Inteligencia, que en varias ocasiones, se reunieron con la estudiante en el Hotel Savoy. Un agente hacía de poli bueno y otro de malo, pero la estrategia nunca funcionaba, porque Katia siempre hablaba de sentimientos, nunca de intereses y menos de relaciones con el Kremlin. Finalmente, en agosto del año pasado fue arrestada. Según ella, fue entonces cuando descubrió que su amante estaba casado. En abril ya habían roto su relación, pero él seguía obsesionado con ella mandándole mensajes al móvil. «Soy inocente y no creo que tenga que se deportada porque no he hecho nada. Vivo aquí y tengo una visa por trabajo hasta agosto de 2012. No me voy a ir sólo porque alguien haya cometido un error», dijo ante el tribunal.
Sus abogados insisten en que las relaciones de chicas de veinte años con hombres maduros son normales en Rusia debido a que los muchachos jóvenes tienen problemas con el alcohol. Pero los servicios de inteligencia insisten en que su propósito con el parlamentario era otro. Cuando Anna Chapman fue descubierta, admitió los cargos y no rechistó al meterse en el avión que la devolvía Rusia. Ekaterina «Katia» Zatuliveter, sin embargo, está decida a quedarse en Reino Unido para limpiar su nombre y demostrar que en sus relaciones siempre se ha dejado llevar por el corazón.
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