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martes, 24 de agosto de 2010

EXCELENTE TRABAJO CNI. LIBERACION COOPERANTES. DE NUEVO SAIZ ROLDAN NOS DA LA MUESTRA DE SU VALIA

El ataque franco-mauritano contra un campamento de Al Qaeda en el norte de Malí, el 22 de julio, fue el momento más inquietante del largo secuestro de Albert Vilalta y Roque Pascual, pero no fue el único mal rato que pasaron aquellos que, de una forma o de otra, estuvieron involucrados en la negociación para liberarles.

El Gobierno barajó hace dos meses cambiar de mediador
Ambos habían sido secuestrados, junto con Alicia Gámez, el 29 de noviembre pasado a 170 kilómetros al norte de Nuakchot, la capital de Mauritania, cuando circulaban a bordo de un convoy de la ONG Barcelona Acció Solidària camino de Senegal. Gámez fue liberada el 9 de marzo, pero los dos varones tuvieron que esperar cinco meses más.

La intervención militar de las tropas de elite francesas no entusiasmó al Gobierno español, porque sabía que ponía en riesgo la vida de los dos cautivos catalanes. Cinco meses antes se produjo ya el primer roce con Francia, que se esforzaba entonces por obtener la liberación del que fue su primer rehén en el Sahel, Pierre Camatte, un botánico de 61 años.

La vida de Camatte estuvo en peligro a principios de febrero. Abdelhamid Abu Zeid, que en 2009 asesinó al rehén británico Edwin Dyer, exigía no solo un pago, sino la excarcelación de cuatro islamistas de la prisión de Kati, cerca de Bamako, la capital de Malí. Tardaba en obtener satisfacción.

El Gobierno francés temió entonces que Camatte fuese ejecutado, como lo había sido Dyer, e informó a las autoridades españolas e italianas -en ese momento también estaba secuestrado un matrimonio italiano- que en caso de "fatal desenlace" sus fuerzas de elite, que ya había enviado a la zona, atacarían a los terroristas. Al final, gracias a la colaboración de Malí, los reos islamistas fueron excarcelados y Francia no intervino militarmente.

Al margen de las fricciones con Francia, el presidente mauritano, el general Mohamed Ould Abdelaziz, también tardó en colaborar en el rescate. Al principio dificultó aún más las cosas enviando a un comando al norte de Malí, no muy lejos de donde acampan los terroristas, a capturar a Omar Ould Sidi Ahmed Ould Saharaui, apodado Omar Saharaui, el hombre que había organizado el secuestro de los españoles, según sus abogados.

En mayo un tribunal mauritano condenó a muerte a los tres asesinos de cuatro turistas franceses, en la Nochebuena de 2007. Más tarde, en junio, rehusó liberar a Tagui Ould Yussef, un mauritano que durante un tiempo fue el brazo derecho del argelino Mokhtar Belmokhtar, en cuyo poder estaban Vilalta y Pascual. Belmokhtar exigía su excarcelación y el director del CNI, Félix Sanz Roldán, y el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se la pidieron personalmente al presidente Abdelaziz en junio. No cedió.

Al final Belmokhtar se conformó con la entrega a Malí de Omar Saharaui, pese a que no es un terrorista, sino un mercenario que aceptó por 15.000 euros un encargo de Al Qaeda. Llegó a Bamako el pasado fin de semana y ni siquiera ingresó en prisión. Abdelaziz lo entregó a Malí porque no quería ser él quien tuviese que someterse a las exigencias de los terroristas, según explicó a su entorno.

En opinión de los funcionarios españoles involucrados en la solución del secuestro había una razón añadida a la inflexibilidad del presidente mauritano: la nacionalidad y la trayectoria política del mediador en el secuestro. Además de ser consejero del presidente de Burkina Faso, Mustafá Ould Limane Chafi, de nacionalidad mauritana, es un acérrimo adversario de Abdelaziz, al que el presidente no estaba dispuesto a hacer ningún favor liberando a presos. La prensa oficialista mauritana le describe incluso como "el consejero para la desestabilización de los países africanos".

"Las razones humanitarias deberían estar por encima de nuestro enfrentamiento político", comentó en una ocasión Chafi a sus interlocutores españoles. En junio, cuando el secuestro estaba a punto de cumplir siete meses, Chafi se ofreció a pasar el testigo de la mediación a otra persona que le pareciera más indicada al Centro Nacional de Inteligencia.

No se aceptó su renuncia, pero Sanz Roldán, el director del CNI, exploró otras vías con discreción. Visitó París y Roma para examinar la posibilidad de echar mano de los mediadores que Francia e Italia habían utilizado para resolver, en febrero y en abril, sus secuestros. Al final, desechó a esos posibles mediadores. Belmokhtar había elegido a Chafi y solo confiaba en él para zanjar el asunto.

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